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Latveria: Monarquías del mundo vistas por sus súbditos

Mensaje patrocinado por el gabinete turístico de Latveria: Ven y cuéntalo.

No, Barón no. Rey. Y si no es Rey, pues Emperador. Al insensato que dice eso de «usurpador» ponerlo en la lista de indeseables, no podemos dejar que ande gentuza suelta por ahí. Hoy tenemos que hablar del Rey que nos merecemos y necesitamos hoy en día. Porque un rey tiene que ser un garante de la estabilidad democrática, y esa estabilidad sólo se puede conseguir concentrando el poder en una persona: Víctor Von Muerte.

¡Jamás en la historia hubo un monarca más preparado para el poder absoluto!

Porque tenemos que ser realistas; los latverianos no hemos nacido para preocuparnos por el gobierno. Tenemos bastante con nuestras gallinas, nuestros patos, con trabajar la tierra y tratar de hacer hermosas nuestras casas. Nuestra única obligación en la vida debe ser la de ser felices por lo civil o lo criminal, no estar pensando en el precio de los tributos o en como mejorar nuestro ejército; ¿que sentido tiene que malgastemos nuestro cerebro en pensar en esas cosas? Nuestra participación en el gobierno debe demostrarse con hechos, con nuestras manos y nuestro sudor, limpiando nuestras calles, decorando nuestros jardines y haciendo hermosas nuestras ciudades. Porque somos un pueblo agradecido al sacrificio de nuestro monarca, un hombre que se pasa las veinticuatro horas del día pensando en nosotros, en como hacernos aún más grandes y que nuestro legado siga unido al de su propio nombre. Muerte es Latveria, Latveria es Muerte.

¡Y que felices somos todos en la gloriosa patria latveriana!

 Porque sin Muerte, ¿que somos? ¿Alguno recuerda lo que ocurrió hacia 1980, cuando vivíamos en aquella infecta «transición democrática» de Zorba? Aquellos años horribles del golpe de estado, en los que no teníamos comida en el plato y vivíamos aterrorizados por el monstruo usurpador que, con la ayuda de los malditos 4 Fantásticos, había osado aprovechar el peor momento de nuestro amo para robar el trono y darnos unas «lecciones de democracia» que nunca llegarían. Fueron los duros años de la autoproclamada «autoridad competente», del necio que nunca supo llevar el timón de un país llenando con palabras las arcas que sus hechos vaciaban. Afortunadamente su tiranía no duró mucho, y la reaparición de nuestro Amo y Señor puso fín inmediatamente a semejante charada. Nuestro líder, nuestro Rey nos devolvía nuestra libertad y el verde volvía a nuestros campos. El orden había sido restaurado, y Zorba pasaría a los libros de historia con el despectivo y jocoso título de la «autoridad incompetente».

¡Y el muy inútil ni siquiera se dejó bigote!

Y es que vivimos en un estado de bienestar envidiable en todo el mundo. Mientras otros padecen crísis económicas en las que tienen que vivir con el cinturón apretado y buscando comida en la basura, nosotros hasta nos permitiríamos dejar que nuestros excedentes alimentarios sirvan para alimentar a los presos de nuestras cárceles, si es que hubiera tales. Y hablando de las cloacas de la sociedad que tan inseguros hacen a otros estados, en Latveria podemos felicitarnos de tener uno de los mayores niveles de seguridad del mundo. Cuando en los años 80 los británicos se escandalizaban por el concepto de videovigilancia, en Latveria ya teníamos drones y muertebots cuidando nuestras calles. Y es que hoy en día no podemos hacer otra cosa que reirnos de filtraciones como las de Wikileaks o Edward Snowden, de ciudadanos extranjeros que vivían en mundos imaginarios en los que ningún estado vigilaba todas las comunicaciones de sus ciudadanos; ¿que clase de seguridad medieval tendría un país que no vigila en todo momento el bienestar de sus súbditos?

¡Eesto si que es un fiscal anticorrupción y no la mierda que tienen por ahi fuera!

Sí, hay enemigos de la monarquía. Traidores que exageran la anécdota, que vomitan odio ingrato hacia nuestro benefactor. Embustes como que se hizo una chaqueta de pana con la piel de una exnovia, que hace cruceros de placer por el multiverso en pos de un poder supremo que sea sólo para su persona, ¿pero es que esas diminutas mentes obtusas son capaces de ver algo más allá de sus narices? ¿No se dan cuenta de que Muerte lo que busca son contactos, alianzas, el impulso tecnológico que se pueda encontrar en los lugares más lejanos y que nos permita estar diez pasos más allá que nuestros enemigos? Muerte hace esos viajes para ejercer labores diplomáticas, y es por ello que ningún burgomaestre con aires de grandeza podría llegar a equipararse a nuestro mejor embajador.

El Amo de paseo por Doomstadt, demostrando que no hace falta un yate para estar unido al pueblo.

Pero si hay algo por lo que destaca el Amo es por su calidez. Porque dentro de su inexpugnable armadura y detrás de su gloriosa máscara de combate, hay un corazón y una sangre latverianas, las de un hombre nacido en un país con apellido de otro, con sangre de una tribu que se extiende por todo el mundo y que aun así elige ser y servir a Latveria. Un hombre que acostumbra a dar paseos entre el populacho y saludarlo, como si fuera un simple hombre más, cercano al pueblo y a sus inquietudes. Un carácter campechano que delata su identidad, esa que sólo comparte con sus súbditos y que tanto detestan todos sus envidiosos enemigos. Es por ello que en el día de hoy debemos decir muy alto y bien fuerte:

¡VIVA LATVERIA! ¡VIVA EL REY! ¡VIVA EL ORDEN Y LA LEY!

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