En 1991 Jim Shooter ya llevaba cuatro años fuera de Marvel, y hasta había empezado a publicar sus primeros cómics del universo Valiant. Era una época rara, en la Marvel se había vuelto muy loca y todo el mundo se estaba forrando sin que nadie se preocupara en lo más mínimo de si lo que estaban publicando era legible o no. Multitud de autores que habían dado lo mejor de si mismos en la era Shooter empezaban a abandonar el barco, porque no había cheque que pudiera compensar la locura profesional en la que se vivía por aquellos lares. Fue a finales de 1991 cuando Ann Nocenti abandonó Marvel.
Nocenti había crecido profesionalmente dentro de la editorial, combinando sus guiones para SpiderWoman o Bizarre Adventures con su trabajo inicial como ayudante del editor Carl Potts en series como
Doctor Strange, Incredible Hulk o The Thing. Tras tres años dentro de la editorial, en 1983 Nocenti empieza a trabajar de ayudante para Louise Jones -la actual Louise Simonson- en la edición de Uncanny X-Men y New Mutants, sirviendo como su sucesora al cargo de la nave mutante un par de años después. Nocenti continúa intercalando su trabajo editorial con el de escritora en la serie limitada Beauty & The Beast, además de Longshot -creando al personaje y a su antagonista Mojo junto al por entonces prometedor Arthur Adams- y empezando su trabajo en Daredevil con un John Romita Jr cuyos lápices estaban produciendo ya gran parte del mejor trabajo de su carrera.
Ann Nocenti siempre destacó en su trabajo por una elevada conciencia social, llevando a cabo una voraz crítica de los medios de comunicación en la propia Longshot y en The New Mutants Summer Special, lo que en España se llamó Un Mutante en Megalópolis. Durante su etapa en Daredevil, Matt Murdock se convierte en un abogado de barrio al frente de una asesoría jurídica, defendiendo al hombre de la calle contra los empresarios/matones sin escrúpulos y demás abusos de poder. Sus cómics destacan por una gran habilidad para la caracterización, que hacía posible que empatizaras con sus personajes sin haberlos conocido previamente.
Pero si digo que -como escribía más arriba- Ann Nocenti dejó Marvel en 1991, estaría mintiendo. Porque tras acabar su etapa en Daredevil y llevar unos cuantos años fuera del trabajo de editora -su sucesor en X-Men sería el infame Bob Harras-, es en 1992 cuando Nocenti empieza a publicar Kid Eternity para Vertigo, y su trabajo para Marvel es cada vez más esporádico y con un pestazo a «esto es para pagar facturas» que echa de espaldas. Colaboraciones en Veneno, Spider-Man, en series de mutantes de tercera o cuarta fila… Las inquietudes de Nocenti ya están en otra parte, y no tardaría en dedicarse a la filmación de documentales, a trabajar de cooperante para el tercer mundo y dejar de lado su trabajo en el cómic. Por eso digo que Nocenti dejó Marvel en 1991, aunque en realidad no lo hiciera hasta unos años después.
Porque para mí, el último trabajo de Nocenti en Marvel fue en el número 17 de Spider-Man, la serie que hacía cosa de año y medio se había creado para más gloria de Todd McFarlane. El título podía presumir de ser el peor de la historia del personaje, y ninguno de sus anteriores 16 números tenían nada rescatable. Sin embargo, la distraida agenda de dibujantes de dudosa profesionalidad como el propio McFarlane o Larsen habían exigido que la serie tuviera una buena reserva de números de relleno por si ocurría un imprevisto, y Ann Nocenti aceptó el encargo de hacer unos cuantos números autoconclusivos sobre el personaje. Y así es como nos encontramos con que el mejor número de la serie es uno de relleno y hecho por encargo…
Lo que más llama la atención de este cómic es que, tras Larsen y McFarlane, por fín nos encontramos con un buen dibujante: Rick Leonardi, que ya había colaborado con Ann en algunos números de Daredevil y que en el futuro crearía a la versión 2099 de Spiderman junto a Peter David, demostrando que tenía calidad de sobra como para dibujar las aventuras de Peter Parker y haciendo que lamentemos el que no tuviera su propia etapa en el personaje.
La historia del cómic es bastante sencilla; Peter Parker muere intentando salvar a una madre y su hija, y al llegar al más allá se encuentra con Thanos y la Muerte. Peter, al descubrir que con su muerte sólo ha conseguido salvar a la madre y no a la hija, le exige a Thanos y a la Muerte que dejen vivir a la niña, pero Thanos se descojona en su cara y le suelta un discurso nihilista de los suyos. Spider-Man se lía a debatir a puñetazos hasta que la Muerte decide putear a Thanos -para no variar- y dejar marchar a Peter y a la niña. Una historia simple pero directa, en la que hay bastante más tela que cortar de la que se aparenta en un principio…
Porque uno de los temas que más aparece en los cómics de Nocenti es el del concepto de héroe, de como el cómic de superhéroes tradicional tiene uno y cómo se aleja del concepto que se tiene en el mundo real de héroe. Y ese debate lo tenemos en la pelea entre Spiderman y Thanos, con un Spiderman que no entiende las excusas pseudoelevadas de un Thanos que le acusa de jugar a ser dios intentando salvar a la gente de las garras de la muerte día sí y día también, de hacer que su propia existencia inspire la creación de tantos villanos que acaban realizando auténticas matanzas sólo para estar a su altura. Sin embargo, la lógica de Spiderman es tan simple como aplastante, la niña debe sobrevivir y al cuerno con las consecuencias. Es la lógica del superhéroe clásico contra el pesimismo que se había instaurado a finales de los 80/90, es la muerte del superhéroe que vive en un mundo de cuatricomía y se niega a reconocer que las cosas no pueden ser tan simples. Y sin embargo la muerte decide perdonarle la vida, porque eso es lo que lleva haciendo desde siempre. El héroe siempre sobrevive para luchar otro día, es la ley universal de los universos de superhéroes.
¿Escribe esto Nocenti porque está harta del género de superhéroes? Sí y no. Creo que no es tanto que se haya hartado de los personajes -que siguen siendo vehículos perfectamente válidos para contar todo tipo de historias- como hartazgo por cómo se estan escribiendo en ese momento. Estamos hablando de una época en la que los villanos son definidos de mala manera como «malos» y la diferencia de métodos entre ambos bandos es cada vez más borrosa. Esas directrices editoriales hacían que cualquier mensaje se perdiera por completo, con lo que todas las historias acababan siendo iguales y se perdían en un océano de mediocridad. Por eso digo que la era Shooter se acabó definitivamente en diciembre de 1991, porque la última gran guionista de la era Shooter tiró la toalla y se dedicó a otra cosa.