Nos han engañado. Durante los 75 años de historia del personaje, nos han engañado. Superman no es quien creemos que es, o por lo menos quien creíamos que es. Ayer decía que Superman era el caballero perfecto, el Galahad, el Jesucristo del cómic. Pero en un principio no era así, en un principio era un ciclón desatado. Un justiciero que no se cortaba un pelo, un tipo con un par de narices para hacer lo que había que hacer. Superman luchaba por la verdad y la justicia, pero no por el modo de vida americano. Superman luchaba por la gente, por el pueblo.
Porque si nos remitimos al número 1 de Action Comics, Superman se enfrenta a un maltratador, se cuela a tortas en el dormitorio de un gobernador para demostrar la inocencia de un condenado a muerte y hasta se enfrenta a los lobbys armamentísticos de Washington que provocan guerras para vender munición. Esos primeros números, pese a parecer toscos y primitivos, tienen una fuerza de vocación política y social que no se volverá a ver en el cómic de superhéroes hasta muchos años después, hasta los años 70 con la etapa de O’Neil en Green Lantern o -salvando las distancias- los primeros ataques a la iglesia de Jim Starlin en Warlock.
En el número 2 de Action, Superman amenaza a un fabricante de armas que ha provocado una guerra en sudamérica -un Tony Stark cualquiera- con arrancarle el corazón si no viaja hasta el país en el que ha provocado la guerra. Una vez lo lleva hasta allí, lo obliga a alistarse en el ejército y luchar en la misma guerra que él ha creado. Tras hacerle sufrir mil penurias, el hombre acaba prometiendo no volver a fabricar armas… El cómic acaba con Superman terminando la guerra en el país obligando a los líderes de ambos bandos a hacer las paces. Son cómics inocentes, pero a la vez muy críticos con la sociedad y los poderes de su tiempo.
En Action Comics 3 Superman va a por un empresario que explota a sus empleados en una mina, negándoles un mínimo de seguridad. Superman encierra al empresario en la mina y le hace ver las penurias a las que se enfrentan sus empleados, con lo que le hace cambiar de opinión. En el 4 sustituye a un jugador de fútbol americano para acabar con los amaños de partidos, y si por algo destaca este Superman es por lo poco que se le ve con el traje puesto; Superman se hace pasar por atleta o minero y se pasa la mayor parte del cómic en ropa de calle -años después los autores reconocerían que esto se debía a que habían adaptado a Superman las historias que no habían podido vender con anterioridad para poder cumplir con las fechas de entrega de DC-.
En el número 6 se enfrenta a un estafador que afirma haber registrado la marca Superman y poseer todos los derechos de manos del propio Hombre de Acero. Clark Kent se pone a investigar el asunto y descubre que todo es falso, que el hombre ni siquiera cree en la existencia del propio Superman y que ha contratado a un actor para que se haga pasar por él. Y claro, sabiendo que el personaje en el mundo real fue robado a sus creadores por la propia DC, uno no deja de sospechar que esta historia no es casualidad y que Siegel esta disparando con bala, al fín y al cabo Superman no dejaba de ser un personaje que se enfrentaba a todo lo que a él le parecía que estaba mal en el mundo.
Las cosas seguirían así más o menos durante todo 1938 y 1939, pero para cuando llega 1940 el personaje ya empieza a centrarse en criminales corrientes y hasta llega a tener su primer supervillano en 1939 con la llegada de Ultra, el lider de «varias empresas malvadas con las que Superman había interferido demasiado» y que buscaba venganza. Con el tiempo, Ultra pasaría se ser el demonio corporativo/capitalista a ser el Ultrahumanoide, el villano que conocemos hoy en día. Pero como decía, la carrera de Superman como defensor de los oprimidos ya estaba haciendo un lento fundido en negro gracias al éxito del personaje y a que la propia DC empezaba a meter la zarpa en las historias de Siegel. Para el final de 1940 el dibujo habría cambiado sospechosamente -aunque no estuviera acreditado, las tareas gráficas habían pasado a manos de Jack Burnley, cocreador de Starman- y Superman ya empezaba a parecerse temáticamente al personaje que conocemos hoy en día, el mismo personaje que ya no lucha por los débiles si no para mantener el orden establecido…
Y sin embargo Superman siguió siendo un gran personaje. Es cierto que tras el robo del personaje por parte de DC, su sobreexposición mediática -la serie de dibujos de Fleischer, los seriales radiofónicos- y la caida del mismo en las garras primero de Jack Liebowitz de Mort Weisinger, poco queda del original, al consolidarse en el personaje los elementos kriptonianos y de boy scout que conocemos hoy en día. Sin embargo, hay algo que nunca ha cambiado en Superman y que siempre se ha mantenido a lo largo de los años; ya sea luchando por los oprimidos o por el gobierno que debería defenderlos, a Superman siempre le ha importado todo el mundo, el personaje se caracteriza por preocuparse por todos, y echar una mano siempre que puede. Otra cosa es que Superman pueda volver a meter a un fabricante de armas en mitad del campo de batalla de una guerra que el mismo ha creado, pero eso para mí siempre será justicia…