Hace tiempo comente que dado el desolador panorama de la actual DC cómics me centraría mas en el pasado de la misma que en su lamentable presente. En esta búsqueda de lecturas dignas de las que disfrutar me puse con una a la que había estado dando largas durante un tiempo y que estaba realizada por dos de mis autores favoritos, por lo que tenía bastantes posibilidades de encontrarme ante un buen cómic, y así ha sido. Los autores en cuestión son Marv Wolfman y Gene Colan y el comic Night Force.
Fue en 1982 cuando Marv Wolfman y Gene Colan se reunieron de nuevo tras su exitoso (al menos en calidad) paso por la serie de Marvel “The Tomb of Dracula”. Esta vez lo hicieron en DC Comics, para llevar las riendas de una nueva serie de horror que prometía ser diferente a lo que solían ser esas historias y que pese a estar ambientada en la Tierra-1 del Universo DC, en un principio no habría cruces con superhéroes de ninguna clase. Las comparaciones suelen ser odiosas, pero en este caso había alguna que otra que se podía hacer. Es cierto que la serie en algunos aspectos recordaba mucho a la extinta “Tomb of Dracula” El tipo misterioso que reunía a un grupo de agentes para enfrentarse a las fuerzas del mal, una de dichos agentes era la nieta de Abraham Van Helsing, Rachel en “Tomb of Dracula” y Vanessa en “Night Force”, pero la serie era más una “Misión: Imposible” de lo sobrenatural que otra cosa.
El único protagonista fijo de la serie era el misterioso Barón Winters, un hombre aparentemente inmortal y que vivía recluido en Wintersgate Manor, su mansión de Washington de la que no podía salir… al menos no en el presente. Cada puerta de la mansión era un portal hacia otra época y lugar y por ellas el Barón podía moverse libremente trayendo agentes de otras épocas o investigando en el pasado pistas de sus casos de la actualidad. Aparte de tan prodigiosa residencia, el Barón parecía poseer algunos poderes, pero tampoco quedaba claro cuál era su alcance. Parecía capaz de saber todo lo que ocurría a sus agentes en el presente, como si estuviese conectado a ellos de alguna forma, pero era incapaz de predecir su futuro. Poderes a un lado la principal cualidad del Barón es que era un manipulador de primera, rozando el «hijoputismo», y que trataba a la mayoria de sus agentes como a piezas de ajedrez. Su única compañía fija era un leopardo llamado Merlín, con el que era capaz de conversar y que el aseguraba que se lo había regalado el mismísimo mago de la Leyenda Artúrica.
Wolfman con esta serie pretendía hacer una especie de cómic novelado, huyendo de las historias autoconclusivas y creando largos arcos argumentales en los que el Barón reunía a un grupo de individuos para llevar a cabo alguna de sus misteriosas misiones. Lo curioso era la forma en la que estas se iniciaban, ya que no comenzaban con el Barón teniendo algún tipo de premonición sobre alguna amenaza mística, sino con gente apareciendo en su mansión para contratar sus servicios. Porque si, el Barón Winters cobraba, y mucho, por sus servicios de investigación sobrenatural. Supongo que no todos pueden ser ricos cirujanos retirados como el Doctor Extraño.
El comíc era muy entretenido, la formula a lo “Misión: Imposible” aunque no era original funcionaba bastante bien y permitía tener un reparto de personajes realmente amplio sin tener que buscar excusas para ello. Y los casos del Barón al no estar limitados solo a la forma más clásica de lo sobrenatural hacían que la serie no se estancase, pudiendo enfrentarse los agentes del Barón tanto a amenazas del espacio exterior como a diabólicos agentes soviéticos pasando por amenazas más clásicas como la mismísima bestia bíblica. Pero si los guiones eran buenos los dibujos no se quedaban atrás. El estilo sombrío de Gene Colan encajaba como un guante en este tipo de historias y el entintado de Bob Smith, aunque no era tan bueno como el de Tom Palmer en “The Tomb of Dracula” no desmerecía los lápices que había debajo.
Wolfman y Colan además se permitían algún pequeño guiño que otro a su otra gran obra juntos, como con lo de tener aquí también a la nieta de Van Helsing. O como cuando uno de los agentes del Barón, Donovan Caine, un parasicólogo afroamericano, viajo a Siberia y para protegerse del frio se disfrazó casi como Blade, faltándole solo un juego de puñales de madera para tener el disfraz completo.
Es verdad que la serie no alcanzo el nivel de calidad que la pareja de autores consiguieron con “The Tomb of Dracula”, pero sería una comparación muy injusta ya que mientras en la serie de Marvel tuvieron unos setenta números para desarrollar los personajes y la historia, En Night Force apenas tuvieron un año y pico para hacerlo. El comic daba la impresión de que si hubieran podido disponer de tiempo para desarrollarlo en condiciones podría haber sido muy grande, pero no pudo ser.
Por desgracia para Wolfman y Colan la serie no acabo de cuajar entre los lectores y con el número 14 esta fue cancelada. Quizás fue el estar enfocada a un público un poco más adulto que el resto de series de la editorial, sus tramas largas, su falta de personajes conocidos del Universo DC y el protagonismo que tenían simples mortales sin disfraces… Fuese lo que fuese la serie no funciono, y aunque en el correo del último número Marv Wolfman comentaba que el año siguiente se publicaría una miniserie de Night Force y que estas serian una tradición anual pasaron trece años hasta que se volvió a ver una serie de Night Force, esta vez con Brent Anderson sustituyendo a Gene Colan y teniendo esta el mismo éxito que su predecesora, siendo cancelada a los doce números. Y dieciséis años más tarde, este mismo año, vio la luz la tercera serie de Night Force esta vez dentro del New 52, con Wolfman nuevamente a los guiones y Tom Mandrake a los lápices pero durando tan solo 7 números. Está claro que este cómic pese a lo interesante de su premisa no hay forma de que conecte con el público.