Sonic Generations: Cuando nos comíamos el mundo

Sonic no vive su mejor momento. Los años no lo han tratado bien, y aunque ha conseguido quitarse su barriguilla y ahora parece más atlético y flexible, sus juegos ahora parecen una inmensa fase de bonus del Sonic 2.

Ah, que tiempos…

Y claro, cuando Sonic cumple 20 años, de alguna forma hay que celebrarlo. Podrían sacar un recopilatorio de la serie y quedarse tan anchos (otros lo han hecho) pero en Sega sabían que una de las pocas (poquísimas) cosas que les queda es Sonic, el símbolo de su gloria pasada, de su esplendor con Megadrive, de los tiempos en los que oir aquel «SEEEEEEEGAAAAAAAAA» significaba algo. Bajo todos los cutrejuegos sobre películas de superhéroes de Marvel, bajo todos los ports horrendos, bajo los millones de bugs del último Total War, detrás de todas las cartas de Cease Or Desist que puedan enviarse a todos los fans del mundo de Sega por el mero hecho de echar de menos los viejos tiempos, Sega sabe que si de alguna forma va a recuperar la confianza perdida por los usuarios tras mazazos como el abandono de la Dreamcast, la «fusión» con Sammy o la vergonzosa salida de las vacas sagradas de la compañía (Yu Suzuki, Yuji Naka…), tendrá que hacerlo con un juego de bandera. A ser posible, recuperando a Sonic.
Pero aún les queda mucho por recorrer…

«Sega, ¿cuando puñetas piensas sacar un juego decente?»

Sonic Generations aparece como la celebración del aniversario del erizo en sus horas más bajas. Es cierto que Sonic Colors ha mejorado bastante la situación (no deja de ser el primer juego bueno del personaje en unos quince años) pero Generations tira de nuestra nostalgia y nos presenta un paseo por algunas de las fases más representativas de la historia del personaje, dejándonos manejar tanto al Sonic actual (ese larguirucho megamolón que hace skateboard) como al auténtico Sonic que en 1991 nos enseñó lo que realmente Nintendo no podía hacer. Y para que negarlo, el Sonic original se come con patatas todo lo que el Sonic «moderno» nos pueda ofrecer…

«Uh, soy el Sonic modernooooo, hago todo lo que el gordito de los 90 no podía hacer… Aunque ya lo hacía en las fases de bonus…»

Los doce niveles que recupera el juego podremos jugarlos tanto en la piel del Sonic auténtico (en un glorioso 2D plataformero que le devuelve casi por completo toda su esencia al personaje, a pesar de que la física del personaje no sea la misma que en los juegos originales de 16 bits) como en la del Sonic actual, que se jugarán, como diría Lucía Supernintendo, «como un juego más como todos los de hoy en día, vas matando cosas mientras le ves la espalda a tu personaje».

Lo mejor del juego es Green Hill Zone, una actualización como dios manda que se come con patatas a Sonic 4…

¿Hay algo más que decir del juego, una vez hemos dejado claro que todo lo que hace lo hace bien, sin bugs ni nada parecido? Pues sí, lo tenemos que decir. Nintendo ha sabido renovar a Mario, llevarlo a nuevos niveles de plataformeo tanto en Galaxy como en New SuperMario Bros, ¿por qué Sega no ha sido capaz de lo mismo con Sonic? Algunos seguimos siendo más de Sonic que de Mario, queremos -¡rogamos!- que aparezca un juego de Sonic que sea lo mismo que supuso el personaje en su día, algo rompedor y original, distinto. El personaje, pese a todo, sigue siendo conocido y en algunos países tiene bastante buena salud, ¿no merece algo más que un pequeño remake/tuneo?

Como buen criatura de los 90, Sonic también lo flipaba con Dragon Ball…

Y por favor, que vuelvan al diseño original. El «nuevo» ya esta demasiado gafado, y después de tanto Werehog, espadas y tonterías de pasearse por ciudades «realistas», es complicado que el personaje nos caiga bien. Sonic necesita un Año Uno como el respirar, para quitarse las telarañas y poder llegar a su 25 aniversario como se merece.

¡Hasta la próxima, gordaco! ¡Cuando vuelvas, recuerda traer de vuelta nuestra infancia!

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