Aquí en Brainstomping todos los años celebramos la Semana Negra, y como somos unos catetos de aupa, seguimos pensando que la semana en cuestión va de hablar sobre gente como Will Smith, Michael Jordan o Steven Urkel. Cosas de fiarse del criterio de un tipo llamado M’Rabo Mhulargo.
En el post de hoy viajaremos hasta 1969, y Estados Unidos sigue siendo un país racista; pese a la lucha de grandes figuras como Martin Luther King o Mohamed Alí, la población negra sigue siendo marginada, no digamos ya los pertenecientes a otras minorías. En los cómics la cosa esta peor todavía, y el único personaje negro importante que ha aparecido hasta entonces es Pantera Negra, que lamentablemente para él comparte nombre con un movimiento paramilitar negro y Marvel tiene miedo de darle más cancha, e incluso intenta cambiarle el nombre a «El Leopardo Negro».
Pantera Negra era un personaje soso, simple y estereotipado; no dejaba de ser un rey africano que se disfrazaba de Daredevil negro para hacer justisia, lo normal en un Mugabe cualquiera. Además, como rey de Wakanda, tenía el monopolio mundial de un mineral que le permitía a su pueblo tener una tecnología hipersofisticadísima que él por supuesto dominaba a la perfección, con lo que teníamos que el personaje era más extraño todavía, una suerte de Doc Savage negro sin una personalidad definida. Sin embargo, el creador de la Pantera, Stan Lee, iba a solucionar esto en breve con la creación de un personaje negro que realmente encajara con los gustos de la población negra de los EEUU, un superhéroe afroamericano, un dios nubio from the barrio; El Halcón.
No, no os froteis los ojos, no estais soñando. Este señor no es un porrero jamaicano, es un porrero haitiano. Aunque en realidad no es de allí, sólo esta en Haití. En realidad es de Harlem, y tiene un halcón que se llama Garra Roja. Pero creedme, es un gran personaje, ¡lo creo Stan Lee!
La cosa empezó en el número 117 de Captain America, cuando Craneo Rojo tenía un cubo cósmico e intercambió cuerpo con él (con lo que implicitamente reconoció que el Capi pertenecía a una raza superior a la suya). Al estar encerrado en el cuerpo de Craneo Rojo, el Capi sufrió hostias desde todos los lados, y tras pegarse contra los Vengadores y escapar como pudo, Craneo Rojo lo envió a la Isla de los Exiliados, una isla en la que había unos nazis que odiaban a Craneo Rojo (y que por lo visto habían encontrado el Cubo Cósmico antes que él, solo que Craneo se lo había robado).
Nada más llegar, el Capi descubre que puede quitarse la máscara de Craneo Rojo y, usando un poco de barro, cambiar totalmente sus facciones (muérete de envidia, Corporación Dermoestética). Tras esto, puede perfectamente pasar desapercibido por la isla y hablar con gente que no le ha visto en su vida la cara a Craneo Rojo y que igualmente nunca lo habría reconocido.
Da igual, el caso es que el Capi ve a un negro colgado que se dedica a juguetear con un halcón y hacerles putadas varias a los exiliados esos y decide que hacerse amigo suyo debe de ser buena idea. El negro en cuestión (porque no le dice su nombre) cuenta que él en realidad es de Harlem, y que estaba de turismo en Río de Janeiro cuando decidió comprarse un halcón y dedicarse a la cetrería. Poco después vió un anuncio en el periódico de los exiliados esos en el que pedían un halcón de caza (por diversión, ya sabes lo que se suele hacer cuando tienes una tarde tonta, jugar a la play o contratar a un maestro de la cetrería) y decidió pillar un barco hasta Haití. Sin embargo, el contrato no debió de salir muy bien y el negro en cuestión (porque seguía sin tener nombre) decidió rebelarse contra los exiliados para defender a los pobres haitianos de los abusos de cuatro señores que se visten raro y se hacen llamar los exiliados; ¡el señor negro de Harlem está hecho todo un Ché Guevara!
Pero claro, estando el Capitán América en el ajo, no puede permitir que el negro loco este se convierta en un Ché, en un Fidel o en un Malcom X, ¡faltaría más! Lo que tiene que hacer este chico es convencer a los pobres haitianos esclavizados de que le hagan asín de gratis un traje de payaso en mallas, porque así crearán un símbolo, una máscara, un luchador contra la opresión que no puede morir, un negro que por fín tenga nombre… ¡El Halcón!
Y luego le pasaron cosas, pero eso ya no es interesante. Quiero decir, ¿a quien le importa que en realidad el Halcón se llame Sam Wilson y que lo que realmente hacía en Río de Janeiro era ser un chuloputas (literal)? ¡Era más divertido cuando era un enajenado mental sin nombre que se dedicaba a hacerle putadas a unos nazis tirándoles un pajarraco encima!
Y mañana, el Capitán América. El de verdad, no el blancucho ese rubiales.