Hace unos días comentaba que las novelas de Tom Sharpe sobre Wilt eran unos de los libros con los que más me había reído nunca. Pero también decía que había un libro que los superaba ampliamente, un libro con el que me había divertido más que con cualquier otro. Este libro a pesar de ellos esconde una tristísima historia detrás. Así que vamos a ver por que “La conjura de los Necios es uno de los mejores libros jamás publicados” y también conocer un poco la trágica vida de su autor, John Kennedy Toole.
La Conjura de los Necios es Ignatius J. Reilly, uno de los más grandes personajes de ficción jamás creado. Si, igual exagero, pero el personaje se lo merece. Ignatius es básicamente una especie de versión cafre de Don Quijote, un excéntrico idealista de Nueva Orleans a quien le gustaría vivir en la edad media. Desprecia la modernidad por su falta de teología y geometría pese a que disfruta de las comodidades que esta le proporciona, casi tanto como disfruta de comer. También se considera un gran escritor, llena cientos de cuadernos con sus ideas y pensamientos con el objetivo de ordenarlos algún día y convertirlos en una grandísima novela. Con esto trata de impresionar a su vieja amiga Myrna Minkoff, residente en Nueva York con quien mantiene una extraña relación de amor/odio. Todo ello mientras a sus treinta y muchos años y negándose a trabajar, porque eso afectaría a su válvula pilórica, sigue viviendo en casa de su madre, una viuda con una gran afición por la bebida.
Pero todo cambia el día en el que Ignatius y su madre sufren un accidente de coche y tienen que reunir dinero para pagar una multa. Ello obligara a Ignatius a tomar un camino que durante muchos años ha estado evitando, conseguir un trabajo. Cada nuevo empleo que consigue, trabajar en una fábrica de ropa, vendedor ambulante de tamales, etc. le llevan a meterse en líos aun mayores, y es que Ignatius, que hasta ahora había sido un pequeño desastre controlado en el entorno de su casa, se desata por toda Nueva Orleans como un tornado afectando de forma desastrosa las vidas de todos aquellos que tienen la desgracia de cruzarse con él. Lo que provocara toda una serie de divertidísimas situaciones no exentas de un regusto algo amargo, sobre todo cuando averiguas algo sobre la vida de su autor.
John Kennedy Toole fue un niño sobreprotegido por su madre quien no le dejaba jugar con otros niños cuando era pequeño. Pese a ello fue un muy buen estudiante, graduándose en lengua inglesa y dando clases en universidades de Nueva Orleans y Nueva York, aunque también trabajo en una fábrica de ropa y durante una temporada vendió tamales por la calle. Con el tiempo acabo volviendo a vivir en casa de sus padres en Nueva Orleans mientras escribía su gran novela a la que consideraba una obra maestra. ¿Resulta demasiado familiar, no? Toole puso mucho de sí mismo en la novela, pero a diferencia de Ignatius, los constantes rechazos de las editoriales a su libro acabaron por hacerle sentir como un fracasado hundiéndole en una depresión. No llego a superarla y el 26 de marzo de 1969 se suicido.
Tras la muerte de su hijo, Thelma Toole, su madre trato por todos los medios que alguna editorial publicase su novela de forma póstuma, para demostrar así al mundo que su hijo tenía un gran talento como escritor. Durante años las editoriales siguieron rechazando el manuscrito de su hijo, lo que según sus propias palabras, la mataba un poco cada vez. Finalmente, cinco años después de la muerte de su hijo consiguió que Walker Percy, un escritor que daba clases en Nueva Orleans, se lo leyera. Walker no podía creer lo bueno que era el libro, pese a lo cual tardo tres años más en conseguir que una editorial se interesase por publicarlo. Finalmente en 1980 consiguió que la “Louisiana State University Press”, una división sin ánimo de lucro de la Universidad de Lousiana lo publicase, y por consejo suyo se publico la primera versión del manuscrito, sin las revisiones que Toole realizo por consejo de los editores que acabaron rechazándole. El libro fue todo un éxito, al año siguiente Toole recibió de forma póstuma el premio Pulitzer y su libro se ha traducido a docenas de idiomas y ha vendido millones de copias en todo el mundo.
Si algo podemos aprender de todo esto es que no hay que rendirse nunca, por mal que parezcan ir las cosas. John Kennedy Toole no pudo disfrutar del éxito de su libro y falleció sintiendo que era un fracasado, cuando hoy en día es considerado un magnifico escritor. Y nosotros como lectores jamás podremos disfrutar del resto de obras que podría haber escrito de seguir con vida. Quien sabe que nuevas aventuras de Ignatius J. Reilly podría habernos contado o que otros grandes personajes podría haber creado.