Lo zombi está de moda. A mí en particular me gusta el tema, aunque no soy precisamente la más acérrima de sus fans, sobre todo debido a que hay mucha mierda. El último libro que leí sobre zombis antes de GMZ fue Orgullo y Prejuicio y Zombis, una novela que pintaba estupenda pero que acabó siendo una castaña infumable. No obstante, eso lo dejo para otro artículo, ya que la novela que nos ocupa en este es totalmente diferente a Orgullo.
Guerra Mundial Z, de Max Brooks, es una novela inteligente, muy bien construida y puede decirse que hasta original. En GMZ el apocalipsis zombi ya ha terminado. La humanidad ha vencido. En la novela, por tanto, los protagonistas no son los muertos, sino los vivos, y aquellos que ayudaron a que las cosas terminaran bien… o a los que provocaron que terminasen mal. Esta idea se refuerza con el uso de la primera persona. Al estar la novela estructurada en entrevistas a supervivientes o a gente importante en el destino de la Humanidad (para bien o para mal, desde el director del I+D de EEUU hasta el farmacéutico que comercializó un fármaco que no servía de nada a sabiendas), tenemos un crisol de puntos de vista y de experiencias con las que nosotros creamos un rompecabezas que es la Guerra y sus aledaños. Huye de escenas ya vistas en las películas: muchas veces el horror no es explícito, sino que se intuye, como en la historia de la niña en el norte. Otro punto que me agrada es que los protagonistas no se despiertan y ya está todo mal, sino que la infección se ha ido desarrollando lentamente, a ojos de un mundo que prefería cerrarlos antes que preocuparse por la proximidad de la aniquilación. «Me preocupaban la grieta en la piscina y las lombrices del perro», dice una de las entrevistadas, que no se dio cuenta del alcance del problema hasta que tuvo a los zombis en la puerta de casa.
Además del tono épico de algunas escenas (a veces más trágico que otra cosa, como la batalla de Yonkers o la masacre en los astilleros indios) se vuelve intimista cuando la ocasión lo requiere (la piloto perdida, ayudada por una radioafinicionada), sin abandonar el tono crítico con la sociedad. Autoridades que bajan una cortina ante los ojos de todo el mundo, o provocan masacres de civiles sanos para así poder identificar a los infectados, corporaciones farmacéuticas que juegan con la salud de la gente para quedarse con su dinero, ciudadanos de a pie tan consumistas y zombis que no se dan cuenta de lo que ocurre hasta que es muy tarde…
Me gusta el realismo con el que se abordan muchos temas (como, muy bien, ya hemos vencido a los zombis. ¿Cómo reconstruimos el mundo?) o se exploran todas las posibilidades (la lucha submarina, el uso de castillos y fortificaciones…). Vamos, que el señor Brooks no ha escrito lo primero que le ha venido a la cabeza, sino que lo ha estudiado y se ha documentado… o al menos eso nos parece a los legos en armamentística y tecnología punta.
Otras escenas son un poco increíbles, como la del otaku japonés o la del combatiente ciego, que particularmente fueron las que menos me gustaron. Pero partes como las que relata el submarinista, que hielan la sangre de lo bien que sabe Max Brooks transmitir el terror, hacen que se olviden.
En definitiva: seas fan del mundillo zombi o pases por ahí, léete la novela. No te arrepentirás.