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La conjura de los necios

Si alguien se atreve a meterse con ese prohombre que es Francisco Rivera Pantoja, alias Kiko, alias Paquirrín, que sepa que 20 años antes del nacimiento de tan insigne elemento de la fauna ibérica, John K Toole plasmó en una obra maestra de la literatura la vida y obra del hombre que tal vez ejemplifica todo lo que se le ha achacado al bueno de Kiko (y tal vez, incluso a Cachuli). Porque el protagonista de esta novela no deja de ser lo que el pobre Kiko sería si se dejara acomplejar, si se dejara aplastar por la sociedad y por esa prensa que tan mala opinión tiene de él. Ignatius Reilly es un hombre que aspira a la grandeza, que lucha contra un mundo lleno de obstáculos y que sabe que en último termino tal vez esté condenado a la derrota a manos de seres inferiores.

Si hasta tiene el gorro de lana, ¡Paquirrín es Ignatius Reilly!


Y es que Ignatius no deja de ser un espíritu libre como Kiko, pero que a diferencia del sevillano no nació bajo los millones de la herencia de Paquirri. Porque si algo nos enseña esta novela, es como el dinero sí que da la felicidad. Porque mientras Paquirrín se compra una Playstation 3, Ignatius Reilly tiene que vivir una vida monacal, sin amigos, abandonado por todos, pero centrándose en su novela, en la obra de su vida. Paquirrín sale todas las noches a seducir chonis de tetas gordas, a emborracharse y a darse de cabezazos contra las persianas, mientras que Ignatius, el pobre Ignatius, tiene que buscarse un trabajo y observar de primera mano la decadencia de la civilización occidental sin poder disfrutar de ella. Ignatius esta destinado a ser un arquetipo del autor maldito, del autor romántico, enamorado platónicamente de una mujer a la que se esfuerza en detestar. Paquirrín, por el contrario, no se enamora de ninguna, y todas acaban detestándolo.
Luego tenemos a la Pantoja de este libro, la pobre madre de Ignatius. Ella se ha sacrificado toda su vida por su hijo, y realmente no llega a ver cómo ese pequeño parásito la esta desangrando poco a poco. Son los años en los que la mujer empieza a despertar, y ahí comienza el verdadero viaje de este libro, el viaje de la madre de Ignatius hacia la libertad. Y es que, mientras que a la madre de Paquirrín le da igual hacer de mecenas de las extravagancias de su retoño, la madre de Ignatius tiene problemas para llegar a fin de mes y un gordo parásito al que alimentar.
Y es que, pese a que durante años había vivido una vida apacible preparándose para acometer contra una sociedad totalmente ausente de la más mínima teología o geometría, Ignatius acaba siendo obligado a salir a la calle. A buscarse un trabajo, a vivir la vida que tanto detesta.

La Conjura… es una novela que no le recomendaría leer a ningún escritor aprensivo, porque no deja de meter el dedo en la llaga a todos esos que se pasan el día encerrados escribiendo, realizando un trabajo que muy probablemente no llegará a ningún lado. Ignatius quiere vivir encerrado en su mundo, esperando a que la suerte se confunda de universo y decida que él es Paquirrín, pero la vida es un tren que no suele hacer paradas y que tiende a atropellarte.
Por eso digo, que el que se atreva a querer mancillar el nombre de Paquirrín, que lea este clásico moderno, y que descubra que Kiko, de haber nacido en un ambiente más humilde, podría un ser despreciable, y no solo el tío feo ese tan salao que se enrolla con tiparracas de tetas gordas.

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